28 de abril de 2009

LOS POBRES NO SOMOS POBRES

Reza Poma, Elmer



Nací en el anexo de Illaco-Unión, distrito de Huayllahuara, provincia y departamento de Huancavelica. Mi padre de origen moyano[1] solía decirnos que su raza era superior a la raza “india” porque, según él, pertenecía a la raza europea, española y su apellido seria la muestra de su pertenencia a esta estirpe: Reza Salas. Mi madre por el contrario, huayllahuarina de pura sangre pertenece a la raza netamente “indígena” y al águila que alude uno de sus apellidos lo develan inmediatamente: Poma Huamán. Mis hermanos y yo decimos con orgullo que somos mestizos y nos sentimos identificados con nuestra raza, porque así es el Perú, un país multicultural y multiétnico. Hoy en día no existe raza pura en el Perú, todos somos mezclas y corren por nuestras venas sangre de negros, de blancos, de cobrizos, de amarillos, etc. y eso, creo yo, le hace rico y majestuoso, porque no hay país en el mundo que refugie tantas razas, tantas culturas, tantas formas de organización en un mismo territorio.
Durante mi niñez he vivido en precarias condiciones. No tenia juguetes como lo tienen hoy los niños, los zapatos “7 vidas” de mi mamá era mi carro favorito hasta los 5 años cuando mi papá nos compró un carrito de plástico que lo adorábamos mucho mi hermano y yo y jugábamos con mucho cuidado y delicadeza para no deteriorarlo, ya que era lo único que tenia llantas de verdad y una cómoda canastilla para llevar nuestros “paquetitos”. Sin embargo, la pobreza que he vivido en mi niñez me ha sido más beneficiosa que cuando hubiera tenido todo. La pobreza que generalmente se define como la carencia de medios económicos y cosas materiales me ha servido para desarrollar mi creatividad y mi ingenio, me ha ayudado a pensar y reflexionar sobre las cosas de mundo, de la naturaleza, del hombre y de todo lo que me rodeaba. Como no tenía carros, aviones, ni barcos, construía juguetes de barro; primero de manera rústica y sencilla, después lo mejoraba construyéndolo con el interior vacío y luego pensaba en nuevos modelos, muchas veces raros y extraños. Cuando consideré que tenía suficiente destreza con el barro, comencé a tallar maderas y piedras, todos con formas de juguetes: construía platos, tasas, muñecas, etc. Ahora veo con mucha tristeza cómo los niños están entretenidos con una cantidad de juguetes, todos construidos en fábricas industriales o juegos en computadora, nintendo o pinball negándose toda posibilidad de creación o inventiva.
En lo que se refiere a mi vestimenta me tenía sin cuidado, tenía chompas que tejían mi mamá, y los pantalones que me compraba mi papá en la ciudad y los buzos tejidos de lana de oveja. Sin embargo, lo que más recuerdo son los zapatitos de cuero que nos compró mi papá para ir a la escuela, recuerdo que en unos cuantos meses, por falta de pomada de lustrar y por jugar a la pelota, se hicieron hueco las puntas y así terminamos toda la escuela. Puedo decir con toda certeza que durante mi niñez no me he sentido pobre jamás aunque oficialmente lo era y había aprendido a vivir mi pobreza de manera provechosa.
En la adolescencia, salíamos al campo con mi prima a cuidar los animales. Ella tenía una muñeca que tenía por nombre “Jaimito” a quien solía tejerle el vestido, así que me interesé en aprender a tejer y así lo hice; tejía los calzoncillos de Jaimito de tal manera que le quedasen exactos, después pasé a tejer chalinas y luego medias para usarlo durante el invierno. Sin embargo, quisiera contarles algo que me parece esencial: cuando en una oportunidad, en el cuarto que nos servía de dormitorio, hilaba tranquilamente la lana, mi mamá que estaba a mi lado con mi hermanito en brazos empezó a cantar: “mujer, mujer...mujer hilandera…”, fue cuando me di cuenta de que las cosas que estaba haciendo era “cosas de mujeres”. Cuento este pasaje de mi vida porque con la pobreza sucede algo parecido: no sabes que eres pobre hasta que te dicen que “eres pobre”.
Confieso que aún cuando iba al colegio con chompa de lana de oveja o zapatos de jebe no me sentía pobre; pero cuando leí en un informe de un periódico en el que decía que Huancavelica era uno de los departamentos más pobres empecé a sentirme pobre, empecé a indagar que era pobreza y por que llamaban a algunos pueblos en situación de pobreza. De todo lo leído e investigado, he llegado a la conclusión de que se ha hablado más de pobreza que hacer algo por ella y antes que enseñarle a la gente pobre la riqueza que tenemos en cultura, en organización, en productos alimenticios, etc. se han dedicado a decirnos que somos pobres por esto o aquello.
En tal sentido la conclusión a la que llegue es que el reto para los gobernantes, científicos y profesionales no está tanto en combatir la pobreza sino en entender que los pobres podemos generar riqueza a partir de nosotros mismos, sin asistencialismos que, muchas veces, antes que mejorar la situación nos hace sentir más pobres y creemos que somos incapaces de desarrollarnos y superar la situación sin el apoyo continuo del Estado.


Illaco Unión, Octubre 2006

1 comentario:

Unknown dijo...

existe la pobreza?
si te pones a pensar en los indicadores o en donde naciste, k razas han sido necesarias para formar la tuya....
mi concepto es k no existe clase social, razas ni países yo trato como me gustaría k me traten, yo trato a todos como ciudadanos del mundo con todo sus derechos humanos sin negociación.
podría escribir mi experiencia y decir k yo nací libre.