23 de abril de 2009

EL CÍRCULO VICIOSO DEL DESTINO DE LA HUMANIDAD


Reza Poma, Elmer

Curiosamente el destino de la humanidad se torna cada vez más evidente, se avizora un final paulatino, cuyas características es un retorno al principio. Es como si el hombre volviera, sin darse cuenta, a su estado natural, en el que se manifiesta incapaz de gobernarse a sí mismo. Es evidente que en el mundo moderno de hoy, el hombre como individuo no tiene casi ninguna relevancia como lo fue en su estado salvaje, primitivo. Así como en el primitivismo se requería de hordas y bandas para sobrevivir, ahora se requiere de organizaciones e instituciones. El hombre es social por naturaleza, se dice. El hombre solo no vale nada.
El hombre actual, en tanto, se mueve en torno a la economía, lo cual es determinante para su vida. En este sentido, si damos un vistazo a la economía de nuestro tiempo no repararemos con toparnos con términos como globalización y libre mercado ¿En que consisten estos fenómenos? De manera resumida éstos no aluden y enaltecen sino a la competencia (desde luego, a la competencia entre regiones, entre países, entre hombres).
Como bien lo grafican Linda y Vicente Yamazaki, la globalización y el libre mercado son como una gran cancha de juego, en el cada país con sus tradiciones y costumbres, su nivel educativo, su desarrollo tecnológico y cultural y su criterio administrativo se ve obligado a ingresar a la cancha de juego de la globalización, entiéndalo o no, tenga capacidad o no. Todos pueden participar en el juego, no importa el origen, ni las creencias, ni la raza, pero hay reglas y sólo califican los más aptos. A fin de cuentas esto ya había vivido el hombre en el primitivismo en su dura lucha con la naturaleza; ahora le toca, irónicamente, librar duras luchas con el propio hombre en el que sólo el más fuerte sobrevivirá.
La globalización y el libre mercado, es entonces, un retorno inconsciente del hombre al primitivismo, con la diferencia que ahora los hombres tenemos pudor, vestimos de cuerpo entero y somos fácilmente “domesticados”. Sin duda que en esta tenaz lucha, los candidatos a no sobrevivir serán los países pobres y empobrecidos y los que tienen el inevitable destino de la extinción. A estas alturas y en estas circunstancias cabe preguntarse si la educación ahora tiene un fin supremo. Desde mi perspectiva la educación ya casi no tiene sentido, muchas veces hasta es retrógrado: si en la era primitiva se producía la competencia por falta de educación: ahora se educa para competir. ¿Dónde está el progreso?

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