14 de diciembre de 2006

LA INVESTIGACION Y EL ESPACIO RURAL ANDINO

Reza Poma Elmer

La mayor parte de las investigaciones realizadas en el espacio rural (sean estas sociológicas, antropológicas, económicas, agrícolas, etc.), se han orientado, sobre todo, a determinar si esta o aquella teoría puede aplicarse a este contexto. Sin embargo, este tipo de investigaciones no han hecho sino confundir las características y los elementos que constituyen este espacio.
Las investigaciones recopiladas por Javier Iguiñiz en La cuestión rural en el Perú o el del grupo ALPACHIS en la Cultura Andina: conflictos y permanencias y otras recopilaciones de estas características no han hecho más que demostrar esa “alienación” que venimos arrastrando respecto a la metodología de la investigación planteadas en Europa, Norte América u otros contextos ajenos a la nuestra. En este sentido, se hace necesaria una mirada genuina y propia a nuestra realidad para generar metodología propia que permita proporcionar la información tal cual es y no información que responde a parámetros de la investigación que no son necesariamente reales del contexto estudiado.
Entender al sujeto rural andino, su cotidianidad, su cultura, y los elementos que determinan sus maneras de pensar, de sentir y de actuar con una metodología propia constituye hoy el reto para los investigadores. En tanto que no se trata de ver como “objeto de estudio” al sujeto rural sino de comprender, involucrándose, siendo parte de su comunidad, con respeto total de la “forma” y el “fondo”, sin “manipular” ni “adecuar” a la racionalidad del investigador, tarea que resulta difícil pero no por ello imposible. Esta forma de investigar nos permitirá generar hipótesis mucho más objetivas y conclusiones que constituyan un aporte para comprender el mundo rural andino.
Las experiencias demuestran que diseñar políticas sociales orientado a la superación de la pobreza rural a partir de investigaciones meramente técnicas, introduciendo métodos que obliga al contexto a responder a sus parámetros y no a la realidad objetiva no a tenido sino el triste final de un fracaso más. Esto demuestra que con este tipo de investigaciones, con escasa objetividad cuya aplicación no nos puede generar resultados positivos, no se puede solucionar los problemas del hambre, la pobreza, la exclusión, el género, etc. Lo mismo sucede con las investigaciones agrícolas y económicas que entienden al campesino como unidades de producción y consumo que participa en el mercado siguiendo la lógica del Flujo Circular de la Economía. Sin embargo, el campesino es más que un productor, es el administrador de un territorio (la chacra familiar, el ámbito comunal y más allá también) y una unidad social, de acuerdo a criterios económicos (y no solo productivos), ecológicos, tecnológicos, sociales, políticos, culturales, dentro de una perspectiva del tiempo a largo plazo y con una finalidad de bienestar (que desconocemos en gran parte).
Ante lo expuesto, es la urgencia de un paradigma propia de investigación lo que se demanda, un paradigma construida a partir de nuestra propia realidad, de nuestro propio contexto particular. La urgente tarea de la universidad, por tanto, debe ser el de incentivar la construcción de paradigmas en lugar de recoger las ajenas para forzar su aplicación. No es pues sensato aplicar teorías generadas a partir de realidades europeas o norteamericanas a un contexto cuyas características particulares son totalmente diferentes como el ser un país multicultural y multiétnico.
El reto de las universidades, en este sentido, es retomar, si alguna vez lo tuvo, el deber moral de impartir la enseñanza desde nuestra propia realidad, abandonando paulatinamente ese carácter “domesticador” y “alienante” que convierte a sus estudiantes en simples repetidores de teorías y conceptos ya construidos. Esto no significa, sin embargo, aislarse del mundo e ignorar las teorías y conceptos del exterior, mucho menos en un mundo globalizado en el que estamos viviendo, sino de exigirse a construir nuestras propias teorías, nuestras propias metodologías de investigación, nuestros propios paradigmas acorde a nuestra realidad.
El otro reto de las universidades es exigir y exigirse investigaciones serias y objetivas que constituyan herramientas útiles para la construcción del país y no ser una suerte de “archivo” de investigaciones que carecen de toda seriedad y objetividad de las cuales poco se publica y menos se lee. De esta manera la investigación ha pasado a ser un “requisito” y no una obligación moral y un deber de la universidad para con la sociedad.